Cada año en nuestros sueños la cita de Valderrama penetra a medida que el evento se acerca.
Competición, deporte y sobre todo un campo.
Un campo de sueños que tiene recodos, esquinas ovaladas por conocer. Un sitio como zen. De descanso para el espíritu y los sentidos.
En este lugar, con imagen que acompañamos, sentía esa música del silencio. Mientras en el hoyo más cercano la gente ovaciona un birdie inesperado, y los jugadores llevan esa oración silenciosa que todo golfista sostiene en sus 18 hoyos de monólogo interior, nosotros hacemos un receso y observamos un pequeño flujo de agua, casitas llenas de quietud y unos árboles que enamorarían el gusto oriental.
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